Artículo
(Fecha: 02/05/2002)

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GOBERNADORES 3, CENTRO 0

Firma:Pablo T. Spiller
Catedrático, Univers. de California, Berkeley y Director LECG LLC
[ P ]La intransigencia de las provincias al ajuste ha creado el nefasto sistema de incentivos existente en el país

** Nota **El timonazo dado por los gobernadores al derivante presidente Duhalde ha sido el tercer gol que los gobernadores han otorgado al país desde que la administración De la Rúa rompió con todas las velas y dejó al país en esta zozobra económica e institucional.
El primer golazo, obviamente, fue la designación de Rodríguez Saá; la segunda, la de Duhalde y la tercera, ésta. Un marciano, o realmente cualquier persona que lea las noticias sin mayor detenimiento pensaría que los gobernadores son el grupo político con sensatez, y quienes salvan al país de un curso aún peor. Pero un análisis más detenido de la realidad política del país sugiere un cuento muy diferente.
Si uno mira el papel que los gobernadores juegan en otros países con constituciones políticas parecidas (EE.UU. es el más cercano), se ve que en la Argentina ellos tienen un papel predominante, y lo han tenido no solamente en estos últimos meses, sino desde siempre.
En la historia reciente argentina, todo presidente, Alfonsín, Ménem, De la Rúa, Saá y Duhalde, todos negociaron con los gobernadores sus proyectos económicos. En los EE.UU., ningún presidente en ningún momento se reunió con los gobernadores, ni siquiera con los de su propio partido para obtener un consenso político. El consenso político lo logran en el Congreso.
En la Argentina, sin embargo, el Congreso nunca ha sido el centro político del país. Los legisladores argentinos duran no más que uno o dos períodos, sus vidas políticas son determinadas no por los votantes, sino por los deseos de sus jefes políticos provinciales (léase gobernadores). Mientras que en Estados Unidos los legisladores antes de tomar sus decisiones consultan a sus votantes y a los lobbistas, en la Argentina los legisladores consultan a sus patrones políticos, es decir los gobernadores.
Es por ello que, para minimizar costos de transacción políticos, los presidentes argentinos tienen que negociar directamente con los gobernadores. En EE.UU., ese tipo de negociación es una pérdida de tiempo, pues los legisladores no responden políticamente a sus gobernadores.
El papel positivo jugado por los mandatarios provinciales argentinos en esta administración, no tiene que oscurecer el papel nefasto jugado en administraciones previas. Desde los rompimientos institucionales de las dos administraciones radicales últimas al descalabro fiscal actual, los gobernadores han sido responsables de una gran parte de las crisis económicas del país. Es por eso que el marcador actual es sorprendente. Gobernadores responsables frente a un centro desubicado. Pero esta sorpresa tiene a su vez su lógica. Los mandatarios provinciales jugaron con fuego durante los últimos cinco años, y, como era predecible, les salió mal.
Su intransigencia fiscal, que requería que el ajuste de cinturón fuera hecho exclusivamente por el centro y por los privados, pero no por las provincias, propició el sistema de incentivos nefastos existente en el país. Éste, a su vez, condujo al descalabro fiscal que eliminó las fuentes de ingresos de capital.
Una vez eliminadas las fuentes de financiamiento, y eso se volvió bien claro la semana pasada en Washington cuando el FMI se transformó en el de-facto regente de la política económica del centro (véase mi articulo del 18 de abril), el juego de los gobernadores cambia. En particular, el de las provincias grandes. Confrontados a una restricción fiscal rígida, o se logra que el país retome su capacidad de atracción de capitales, o la pelea se dará entre las provincias.
Fue el momento de actuar en conjunto. Los mismos intereses que los llevaron a comportarse en forma irresponsable, los llevó la semana pasada a tomar el timón. Es momento de quitarse a los gobernadores de encima. Para ello, es fundamental reformar la ley electoral, eliminando la dependencia de los legisladores en los jefes políticos provinciales. Eso generará una clase política profesional, estable y responsable. Capaz que ello le dé a la Argentina la estabilidad institucional y económica que le ha faltado desde su creación



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